- ¿Qué?- Pregunté sin entender nada de lo que había dicho, Todavía estaba muy dormida y ni siquiera podía enfocar mis cinco sentidos.
- Bueno, veo que tenés mucho sueño, así que ¿Por qué no te acostás en la cama del acompañante y yo te despierto en un rato?- Me incitó Gadiel utilizando la misma técnica de persuasión que su padre había aplicado en mí anteriormente.
- Bueno bueno, está bien, pero mira que de ésta no te salvas eh…- Lo amenacé balbuceando mientras me dirigía hacia la cama que se encontraba a la derecha de la suya.
- ¿De qué no me salvo?- Preguntó nuevamente riéndose y muy animado.
- Yo te tengo que retar… porque… porque vos…- Respondí sin llegar a terminar la frase porque me venció el sueño al instante.
Soñé mucho, soñé con Gadiel, soñé con Tiago. Con Renata y Gianni, incluso soñé con Abel y Laura. El último sueño que tuve fue tremendo. En éste yo estaba sentada en el pasillo del hospital en frente de la habitación doscientos seis, estaba dormitando al lado de Renata que le mandaba un mensaje a Gianni con el teléfono celular. De repente el doctor salía de la habitación con una cara indescifrable y pedía hablar con los padres Gale, minutos después de haber estado hablando con ellos, Laura ahogó un grito y se puso a llorar salvajemente.
Para ese momento yo ya esperaba lo peor, me levanté y caminé hacia donde estaba la pareja llorando, Laura casi ahogándose con su propio llanto, en cambio Abel miraba hacia el frente mientras las lágrimas cristalinas rodaban por sus mejillas, silenciosas muestras de dolor y tristeza.
Entonces cuando ya mi cuerpo estaba anticipándose a la respuesta me arrodillé delante de ellos e hice la pregunta crítica.
- ¿Pasó algo con Gadiel?- Mi voz sonó ronca porque las palabras no querían salir.
Abel asintió y abrazó aún más fuerte a Laura que cuando escuchó mi pregunta soltó un leve grito, agudo y casi imperceptible pero que me erizó la piel por el sufrimiento que llevaba impregnado.
- Él no esta… digo, él esta bien… va a salir adelante… va a estar bien ¿no?
Abel movió la cabeza de un lado al otro, negando mi pregunta, parecía que hasta le costaba moverse, parpadear, respirar.
Yo me quedé mirándolo un buen rato mientras mi mente hacía un esfuerzo por entender lo sucedido.
Cuando caí en la cuenta de que nunca más vería esa sonrisa exquisita y delicada mis ojos se humedecieron y libraron un mar de lágrimas. Ardían, quemaban sobre la piel.
Me empezó a doler el pecho, un dolor profundo, como si me estuvieran arrancando el corazón, como si me estuvieran vaciando igual que a un envase; mi contenido, mi alma se estaba yendo. Si lo perdía a él era como perder una parte de mi, era como si me sacaran todo lo que tenía, aunque en realidad nunca lo hubiera tenido realmente.
No iba a poder ver su sonrisa de nuevo, pero por lo menos lo quería ver a él, así que me levanté y entré en la habitación que no era la misma que recordaba. Inexplicablemente en lugar de la cama había una mesa y sobre ella había un ataúd. Caminé despacio hacia él intentando retrasar el momento en que lo vería ya sin vida.
Estaba rígido, tieso. Su cara estaba pálida. Le habían dejado el pelo suelto y un mechón ondulado atravesaba su mejilla. Lo corrí detrás de su oreja para ver mejor su rostro y entonces toqué su piel que era glacial.
En ese instante escuché a alguien detrás de mí, eran Nacho y Renata que ya estaban vestidos de luto. Se acercaron, me abrazaron y me empezaron a sacar fuera de la habitación.
- No, yo me quedo acá, me quedo con él- Les dije mientras hacía fuerza para librarme de sus brazos que me apresaban.
- No, no podés quedarte acá- Me contestó Reni.
- Tenemos que enterrarlo ahora- Explicó Nacho.
- No, no, yo quiero abrazarlo una vez más, déjenme ¡Suéltenme!
Ellos no me soltaron y entraron en la habitación los integrantes que faltaban de la banda. Cerraron la tapa del ataúd, lo levantaron y se lo llevaron a través de una puerta blanca con vidrios esmerilados para lo que parecía ser un jardín trasero. Nacho y Renata se quedaron agarrándome mientras yo lloraba con furia porque se lo habían llevado, primero Dios, el maldito Dios que se había llevado también a mis padres y a mi hermanito, y después se lo habían llevado ellos, para enterrarlo por fin, para que se pudriera, porque él ya era un cadáver, un cuerpo sin alma, él se había ido.
Todos los músculos de mi cuerpo se aflojaron y los brazos de mis captores también, entonces caí de rodillas al piso y el llanto comenzó, sentía como el dolor me desgarraba la garganta, quería gritar, necesitaba hacerlo para liberar el sufrimiento que me consumía.
Justo cuando comenzaba a entender que lo único que realmente le había dado sentido a mi vida se había ido, empecé escuchar a lo lejos voces y una melodía que me sonaba conocida.
Poco a poco la melodía me fue distrayendo y terminó despertándome.
Abrí los ojos y lo primero que vi fue a Gadiel, que se había sacado el cuello ortopédico (que le habían dicho que no se sacara), mirando preocupado la televisión. Toqué mi cara y estaba inundada de lágrimas, incluso la almohada estaba un poco mojada. Instantáneamente después me miró y su cara se iluminó con una gran sonrisa.
- Perdón que te desperté, lo que…- Me dijo apenado.
Pero no lo dejé terminar porque salté hacia él y lo abracé con toda la fuerza que me permitían mis brazos.
- ¿Qué? ¡¿Qué pasó?! ¡¿Qué pasa?! Dana por favor decime que pasa, me estas asustando- Yo no conseguía hablar, movía la boca pero sólo conseguía que salieran más y más lamentos- Dana decime lo que está pasando, mirá te estas ahogando con tu propio llanto.
Estuvimos abrazados durante un buen rato, mientras él me acariciaba la cabeza, los brazos y me cantaba al oído, yo trataba de que el llanto parara de una vez, quería controlar la pena que tenía dentro. No era una pena real pero aún así dolía como si lo fuera.
Poco a poco los leves gemidos fueron cesando, incluso las lágrimas.
- ¿Ya estás mejor?- Preguntó más aliviado.
- Perdón.
- ¿Por qué?- Preguntó ahora preocupado.
- Por todo esto, perdoname- Le respondí.
- No me tenés que pedir perdón por abrazarte, cualquiera lo hubiera hecho. Además mis abrazos todavía son gratis, lo que aún no decidí si te voy a cobrar o no es el cantito y las caricias- Bromeó.
- Pero mirá, te mojé todo- Le dije apesadumbrada.
- No importa, lo que si me interesa saber es porque tanta angustia.
- No, nada importante.
- Para mí si es importante que te despiertes llorando y te puedas calmar recién media hora después- Objetó para mi desgracia- Me podría tranquilizar si me contaras que pasó.
- No te quiero contar- Solté por fin bajando la mirada, estaba segura que si me seguía mirando así por unos minutos más terminaría contándoselo todo.
- Ahí esta el quid de la cuestión, pero igual no te hagas problema porque creo que ya me doy una idea de lo que pasó.
- Contame, que crees que pasó- Si adivinaba el porque de mi sobresalto entonces no estaba muy errada al creer que sus embriagadores ojos color café eran tan penetrantes.
- Creo que volvieron tus pesadillas de esa noche.
Cuando mencionó ese episodio me vino un flash a la mente. Había mucha luz. Gritos, dos bocinas sonando, y después sangre, mucha sangre.
- Bueno, tengo que admitir que sos mucho mas perspicaz de lo que creía- Le contesté fingiendo haber sido derrotada.
Pero era mentira, esas pesadillas habían cesado desde que lo había conocido, luego volvieron durante el tiempo de nuestra separación, pero siempre se iban después de haber estado con él aunque fuera un momento. Tenía que dejarle creer que era eso porque decirle la verdad me dolía mucho más. El sueño había sido tan ilógico pero tan real que todavía quedaban algunos vestigios de ese sufrimiento dentro de mí.
Cada vez que cerraba los ojos aparecía su cara, pálida, blanca, inmóvil, sin vida.
- No te voy a obligar a hablar de eso, así que...- Me dijo en tono de disculpa, supongo que por haber hablado del accidente.
- No hay problema- Le contesté- Ah, me estaba olvidando de preguntarte- Seguí, tratando de cambiar de tema- ¿Por qué estabas tan preocupado?
- ¿Preocupado?-Preguntó totalmente confundido.
- Sí, cuando me desperté estabas mirando la televisión un poco intranquilo.- Ah, no, lo que pasa es que andan diciendo por ahí que estoy en coma- Me respondió casualmente.
- Bueno, veo que tenés mucho sueño, así que ¿Por qué no te acostás en la cama del acompañante y yo te despierto en un rato?- Me incitó Gadiel utilizando la misma técnica de persuasión que su padre había aplicado en mí anteriormente.
- Bueno bueno, está bien, pero mira que de ésta no te salvas eh…- Lo amenacé balbuceando mientras me dirigía hacia la cama que se encontraba a la derecha de la suya.
- ¿De qué no me salvo?- Preguntó nuevamente riéndose y muy animado.
- Yo te tengo que retar… porque… porque vos…- Respondí sin llegar a terminar la frase porque me venció el sueño al instante.
Soñé mucho, soñé con Gadiel, soñé con Tiago. Con Renata y Gianni, incluso soñé con Abel y Laura. El último sueño que tuve fue tremendo. En éste yo estaba sentada en el pasillo del hospital en frente de la habitación doscientos seis, estaba dormitando al lado de Renata que le mandaba un mensaje a Gianni con el teléfono celular. De repente el doctor salía de la habitación con una cara indescifrable y pedía hablar con los padres Gale, minutos después de haber estado hablando con ellos, Laura ahogó un grito y se puso a llorar salvajemente.
Para ese momento yo ya esperaba lo peor, me levanté y caminé hacia donde estaba la pareja llorando, Laura casi ahogándose con su propio llanto, en cambio Abel miraba hacia el frente mientras las lágrimas cristalinas rodaban por sus mejillas, silenciosas muestras de dolor y tristeza.
Entonces cuando ya mi cuerpo estaba anticipándose a la respuesta me arrodillé delante de ellos e hice la pregunta crítica.
- ¿Pasó algo con Gadiel?- Mi voz sonó ronca porque las palabras no querían salir.
Abel asintió y abrazó aún más fuerte a Laura que cuando escuchó mi pregunta soltó un leve grito, agudo y casi imperceptible pero que me erizó la piel por el sufrimiento que llevaba impregnado.
- Él no esta… digo, él esta bien… va a salir adelante… va a estar bien ¿no?
Abel movió la cabeza de un lado al otro, negando mi pregunta, parecía que hasta le costaba moverse, parpadear, respirar.
Yo me quedé mirándolo un buen rato mientras mi mente hacía un esfuerzo por entender lo sucedido.
Cuando caí en la cuenta de que nunca más vería esa sonrisa exquisita y delicada mis ojos se humedecieron y libraron un mar de lágrimas. Ardían, quemaban sobre la piel.
Me empezó a doler el pecho, un dolor profundo, como si me estuvieran arrancando el corazón, como si me estuvieran vaciando igual que a un envase; mi contenido, mi alma se estaba yendo. Si lo perdía a él era como perder una parte de mi, era como si me sacaran todo lo que tenía, aunque en realidad nunca lo hubiera tenido realmente.
No iba a poder ver su sonrisa de nuevo, pero por lo menos lo quería ver a él, así que me levanté y entré en la habitación que no era la misma que recordaba. Inexplicablemente en lugar de la cama había una mesa y sobre ella había un ataúd. Caminé despacio hacia él intentando retrasar el momento en que lo vería ya sin vida.
Estaba rígido, tieso. Su cara estaba pálida. Le habían dejado el pelo suelto y un mechón ondulado atravesaba su mejilla. Lo corrí detrás de su oreja para ver mejor su rostro y entonces toqué su piel que era glacial.
En ese instante escuché a alguien detrás de mí, eran Nacho y Renata que ya estaban vestidos de luto. Se acercaron, me abrazaron y me empezaron a sacar fuera de la habitación.
- No, yo me quedo acá, me quedo con él- Les dije mientras hacía fuerza para librarme de sus brazos que me apresaban.
- No, no podés quedarte acá- Me contestó Reni.
- Tenemos que enterrarlo ahora- Explicó Nacho.
- No, no, yo quiero abrazarlo una vez más, déjenme ¡Suéltenme!
Ellos no me soltaron y entraron en la habitación los integrantes que faltaban de la banda. Cerraron la tapa del ataúd, lo levantaron y se lo llevaron a través de una puerta blanca con vidrios esmerilados para lo que parecía ser un jardín trasero. Nacho y Renata se quedaron agarrándome mientras yo lloraba con furia porque se lo habían llevado, primero Dios, el maldito Dios que se había llevado también a mis padres y a mi hermanito, y después se lo habían llevado ellos, para enterrarlo por fin, para que se pudriera, porque él ya era un cadáver, un cuerpo sin alma, él se había ido.
Todos los músculos de mi cuerpo se aflojaron y los brazos de mis captores también, entonces caí de rodillas al piso y el llanto comenzó, sentía como el dolor me desgarraba la garganta, quería gritar, necesitaba hacerlo para liberar el sufrimiento que me consumía.
Justo cuando comenzaba a entender que lo único que realmente le había dado sentido a mi vida se había ido, empecé escuchar a lo lejos voces y una melodía que me sonaba conocida.
Poco a poco la melodía me fue distrayendo y terminó despertándome.
Abrí los ojos y lo primero que vi fue a Gadiel, que se había sacado el cuello ortopédico (que le habían dicho que no se sacara), mirando preocupado la televisión. Toqué mi cara y estaba inundada de lágrimas, incluso la almohada estaba un poco mojada. Instantáneamente después me miró y su cara se iluminó con una gran sonrisa.
- Perdón que te desperté, lo que…- Me dijo apenado.
Pero no lo dejé terminar porque salté hacia él y lo abracé con toda la fuerza que me permitían mis brazos.
- ¿Qué? ¡¿Qué pasó?! ¡¿Qué pasa?! Dana por favor decime que pasa, me estas asustando- Yo no conseguía hablar, movía la boca pero sólo conseguía que salieran más y más lamentos- Dana decime lo que está pasando, mirá te estas ahogando con tu propio llanto.
Estuvimos abrazados durante un buen rato, mientras él me acariciaba la cabeza, los brazos y me cantaba al oído, yo trataba de que el llanto parara de una vez, quería controlar la pena que tenía dentro. No era una pena real pero aún así dolía como si lo fuera.
Poco a poco los leves gemidos fueron cesando, incluso las lágrimas.
- ¿Ya estás mejor?- Preguntó más aliviado.
- Perdón.
- ¿Por qué?- Preguntó ahora preocupado.
- Por todo esto, perdoname- Le respondí.
- No me tenés que pedir perdón por abrazarte, cualquiera lo hubiera hecho. Además mis abrazos todavía son gratis, lo que aún no decidí si te voy a cobrar o no es el cantito y las caricias- Bromeó.
- Pero mirá, te mojé todo- Le dije apesadumbrada.
- No importa, lo que si me interesa saber es porque tanta angustia.
- No, nada importante.
- Para mí si es importante que te despiertes llorando y te puedas calmar recién media hora después- Objetó para mi desgracia- Me podría tranquilizar si me contaras que pasó.
- No te quiero contar- Solté por fin bajando la mirada, estaba segura que si me seguía mirando así por unos minutos más terminaría contándoselo todo.
- Ahí esta el quid de la cuestión, pero igual no te hagas problema porque creo que ya me doy una idea de lo que pasó.
- Contame, que crees que pasó- Si adivinaba el porque de mi sobresalto entonces no estaba muy errada al creer que sus embriagadores ojos color café eran tan penetrantes.
- Creo que volvieron tus pesadillas de esa noche.
Cuando mencionó ese episodio me vino un flash a la mente. Había mucha luz. Gritos, dos bocinas sonando, y después sangre, mucha sangre.
- Bueno, tengo que admitir que sos mucho mas perspicaz de lo que creía- Le contesté fingiendo haber sido derrotada.
Pero era mentira, esas pesadillas habían cesado desde que lo había conocido, luego volvieron durante el tiempo de nuestra separación, pero siempre se iban después de haber estado con él aunque fuera un momento. Tenía que dejarle creer que era eso porque decirle la verdad me dolía mucho más. El sueño había sido tan ilógico pero tan real que todavía quedaban algunos vestigios de ese sufrimiento dentro de mí.
Cada vez que cerraba los ojos aparecía su cara, pálida, blanca, inmóvil, sin vida.
- No te voy a obligar a hablar de eso, así que...- Me dijo en tono de disculpa, supongo que por haber hablado del accidente.
- No hay problema- Le contesté- Ah, me estaba olvidando de preguntarte- Seguí, tratando de cambiar de tema- ¿Por qué estabas tan preocupado?
- ¿Preocupado?-Preguntó totalmente confundido.
- Sí, cuando me desperté estabas mirando la televisión un poco intranquilo.- Ah, no, lo que pasa es que andan diciendo por ahí que estoy en coma- Me respondió casualmente.
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