Autorretrato

Nunca supe qué decir exactamente cuando me preguntan sobre mí. No hay algo que creo que me defina completamente. Sólo hay palabras que cambian con el tiempo, porque para una persona cambiante y tan complicada como yo ningún adjetivo es completamente acertado.
Aún así, siempre está la excepción a la regla y hay algunas cosas sobre mi persona que sé que nunca van a cambiar como mis tendencias obsesivas, o mi amor por el perfeccionismo estúpido. La atención que le presto a los detalles más insignificantes y la importancia que le doy a estos. El amor que les tengo a mis amigos y a mi familia, y la interminable sensación que tengo a veces de que no pertenezco a ningún lugar. Mi terrible defecto de no poder terminar las cosas, así como la depresión crónica que sufro a menudo. El sentimentalismo estúpido que me agarra cuando lloro hasta por las plantas y las ganas con que le escondo al mundo mis debilidades. La máscara de hierro que les muestro a todos, y esas pocas personas que saben que ese antifaz existe. El terrible miedo que tengo de morir ahogada y la fobia que tengo por los animales con cien patas. Mis vicios más comunes como el café a la mañana, el olor a tormenta que se avecina, las trasnoches junto a mi computadora, y las madrugadas en vela. Mi cama y la soledad acompañada. Como también están mis vicios más oscuros, que nadie entiende y aún así me esfuerzo por que alguien comprenda. Mis amigos, mis tesoros de fierro. Mis defectos y virtudes. La lealtad y la venganza, el rencor y la templanza. La compasión y el egoísmo. También está mi feminismo machista y mis interminables ganas de defender a cualquier cosa indefendible. La justicia por la cual peleo, el anonimato que aborrezco.
Hay tantas cosas que solas no significan nada, y sin embargo juntas simbolizan tanto. Hay tantas cosas que me definen y sin embargo nunca les di importancia.