Nos destruiran a todos!

domingo, 14 de junio de 2009

22.- Felices fiestas

Ésa noche mi primo y el que solía ser mi novio, se fueron a un recital juntos, dejándome sola en mi casa viendo series estadounidenses.

- Ya estarás preparando la cena me imagino ¿no?- Me preguntaba mi primo desde el otro lado del teléfono.
- ¿Qué si yo qué?
- Te dije que Gale y yo íbamos a ir a cenar allá- Respondió y me pareció escuchar que Gadiel decía algo, pero no logre descifrarlo porque el volumen de la música estaba muy fuerte.
- ¿Ustedes dos siempre consiguen lo que quieren no?

Las pesadillas venían cada vez más vívidas y por lo tanto con peores efectos. Ya no tenía ganas de dormir por miedo a soñar con mi familia.
Me puse a hacer la comida y mientras se cocinaba la carne en el horno, me fui a ver un poco de TV al sillón. Como no había dormido bien en la última semana, el sueño no tardó en venir, y junto con él, las tan odiadas pesadillas.
Me despertó el timbre. Apreté el botón de el portero para que se abriera la puerta de abajo sin siquiera preguntar quién era. Fui al baño y traté de parecer lo más normal posible porque no quería hacerles pasar un mal momento a Gale y Javi.
Sonó nuevamente el timbre pero esta vez era el de la puerta de arriba.

- Dana, al fin me abrís, te quedaste dormida eh…- Me dijo Gadiel sonriente, pero en cuanto vió mi cara su expresión cambió totalmente- ¿Qué pasó?- Preguntó asustado.
- Nada- Respondí con la voz ronca.
- ¿Qué pasó?
- Nada.
- Está bien- Dijo mientras se acercaba y me abrazaba, acunándome en su pecho.

El llanto no tardó en volver a salir más fuerte que antes.
Gadiel me llevó hasta el sillón, se sentó y me puso sobre su pecho, mientras me acariciaba y cantaba suavemente al oído.
Las horas pasaron y el llanto fue amainando. Cuando definitivamente pude controlarlo, me levanté y fui hasta el baño.
Estaba hecha un desastre peor que el anterior, los ojos hinchadísimos, la cara completamente mojada, la pintura corrida. Hice lo que pude para arreglar mi cara y salí del baño, hacia la cocina.

- Soy una pésima prima, me acabo de dar cuenta de que no viniste con Javi.
- Se fue con Sabri a comer algo después del recital.
- ¿Se fue con Sabri?
- Sí, hacen una linda pareja.
- Entonces no tenemos que esperarlo…- Contesté pensativa, Gadiel nunca en la historia de la humanidad le había presentado un chico a su prima. Seguro que le había caído muy bien Javi- ¿Comemos? La carne está un poco fría, pero debe ser comible- Le pregunté. Mi voz estaba irreconocible.
- Comamos.

Cenamos en el sillón mirando la TV. Sentía la mirada de Gadiel apuntándome como un laser. Ya me había dado vuelta unas cuantas veces disimuladamente, y había visto cómo me miraba, y aunque él sabía que yo sabía que me estaba mirando, no bajaba la mirada.

- ¿Te morís de ganas por saberlo no?… Igual te digo que por más de que lo intentes toda la noche, dudo que puedas leerme la mente.
- ¿Me muero de ganas de saber qué?- Respondió sorprendido.
- Lo de la navidad.
- Ah sí.
- ¿Me parece a mí, o en realidad no era eso en lo que estabas pensando?- Me miró un segundo, sonrió y se quedó pensando en su respuesta.
- En realidad te miraba, y te miraba… Y me di cuenta de que aún cuando llores desconsoladamente, no duermas bien durante una semana, tengas el maquillaje corrido y la voz tan ronca como Pappo… Aún así, sos la única mujer capaz de acelerarme el corazón con tan sólo una mirada.
- Ésa definitivamente no me la esperaba- Contesté sonriendo tímidamente después de unos segundos de shock.
- … O con una sonrisa- Completo al ver la mía.

Nos quedamos en silencio, mirándonos. Poco a poco se acerco, y lo hice yo también. Me besó suavemente, como si yo fuera de cristal y él tuviera miedo de romperme. Tomo mi cara entre sus manos mientras yo me agarraba fuertemente a su espalda.
El beso se fue haciendo cada vez más fuerte y lo que antes era suavidad ahora era insistencia, al parecer, sus labios necesitaban a los míos tanto como yo necesitaba a los suyos.
Le saqué la remera y el tironeó de la mía hasta sacarla de mi cuerpo, pero cuando estaba por desabrochar sus jeans, sujetó mis manos.

- Pará, Dana, pará.
- ¿Qué pasa?- Pregunté con la respiración agitada. No respondió y en cambio se levantó del sillón y fue a buscar nuestras remeras- Ah, ya me doy cuenta…
- ¿De qué?- Preguntó confundido.
- ¿Samanta no?- Pregunté. El me miraba entre una cara de miedo y risa- Y sí, me lo tendría que haber imaginado, es la última mujer con la que estuviste. ¡Qué estúpida que soy!, claro, pensé que como vos me decías todas esas cosas, Samanta era parte del pasado ya, pero no es tan difícil olvidar a la gente, si lo sabré yo…- Dije más para mi misma que para Gadiel.
- Pará, deja de decir pelotudeces.
- Está todo bien Gale, no hay problema. A mi me pasó ya, ¿Te pensás que no intenté sacarte de mi cabeza con otras personas?, sí lo intenté, pero no me funcionó, no podía. Simplemente… no podía- Me quedé en silencio unos instantes- Supongo que Samanta no debe ser una mujer fácil de olvidar.
- No, no es Samanta, sos vos.
- ¿Yo?- Pregunté completamente sorprendida.
- Sí, vos. No te puedo hacer esto.
- ¿Hacerme qué exactamente?
- No quiero ser el consuelo de esta noche y que mañana a la mañana cuando nos despertemos en tu cama abrazados y yo te acaricie la cabeza vos sientas que no hiciste los correcto, o que me usaste- Respondió mientras trataba de alejarse de mí.
- Pero no sos el consuelo de una noche.
- Dana, por favor, te conozco. Se que estás mal. Si no me querés contar está bien, me conformo sólo con poder abrazarte y lograr que dejes de llorar. Pero yo quiero que si lo hacemos vos realmente lo hagas porque querés, porque lo sentís.
- Pero yo lo siento- Contesté cansinamente. No había sido uno de mis mejores días.
- No sé, no estoy seguro de que realmente lo sientas. No… no sé si la cicatriz que dejé ya sanó, o con esto sólo la estoy abriendo más.
- Pero...- Estaba por reprochar pero Gale puso un dedo en mis labios y me calló inmediatamente.
- No me lo hagas más difícil, por favor te lo pido- Suplicó lastimeramente. El celibato no le quedaba bien- En este momento me estoy muriendo por estar con vos en ésa habitación,- Me dijo señalando mi dormitorio- en tu cama, haciendo…
- Pará porque sino no voy a poder responder de mí misma.
- Sí, tenés razón, yo tampoco…
- Bueno, mirá, para mi no es la idea más brillante del año ésta…
- Ni la más atractiva.
- Peeero… igualmente tenía sueño.

Nos reímos un rato nerviosamente, porque la tensión todavía estaba en el aire y yo podría jurar que aún sentía sus besos en mi cuello, quemándome la piel.
- ¿Te puedo abrazar por lo menos?- Pregunté después de un rato, poniendo mi mejor cara de cachorrito mojado.
- Hmm… Bueno- Respondió después de haberlo pensado un instante.
- Al fin voy a poder dormir una noche- Dije mientras pasaba mis brazos por debajo de los suyos y me acostaba sobre su pecho.
- ¿Eh?
- Cuando duermo con vos, literalmente, duermo. No tengo pesadillas ni nada por el estilo. Sos como mi pastillita para dormir.
- ¿Pesadillas?
- Sí- Decidí que iba a contárselo- ¿Te acordás de cuando éramos novios?-Pregunte incómoda.
- ¿Cómo olvidarlo?
- Por casualidad… ¿No te acordás de esas noches en las que me despertaba gritando y cuando vos me abrazabas y me cantabas me podía volver a dormir?
- Sí, me acuerdo. Me acuerdo porque me asustabas, y mucho… Pero… Esas pesadillas eran sobre tus viejos y su accidente.
- Exacto.
- ¿Y qué tienen que ver con la navidad?
- Bueno, el accidente, fue el 22 de diciembre.

- Pa ¿Querés un mate?
- Es lo mínimo que podrías darme.
- ¿Se van a estar quejando de que vinieron a buscarme para navidad durante todo el viaje? Pregunté indignada- Porque si va a ser así prefiero dormir.
- Dana tiene razón Edu, dejá de quejarte. Además antes me dijiste que estabas contento de que Dana quisiera pasar la navidad con nosotros- Me defendió mi mamá.
- Se suponía que no tenías que contar eso Irene.
- Sí mamá, se suponía que no tenías que contarlo- Afirmó mi pequeño hermano.
- Tomá- Dije con un tono enfadado.
- Gracias Dana- Respondió mi papá alargando la mano para agarrar el mate, que se le resbalo y le cayo en el pantalón- ¡Ay dios Dana!
- Agarrá el volante Eduardo, ¡yo te limpio!- Gritó mi mamá.
- ¡Papá, mirá al frente!

- Adelante se veían unas luces que cegaban, y la bocina del micro ensordecía. Lo último que recuerdo es la mano de mi hermano dentro de la mía. Me desperté en la cama de el hospital el 24 de diciembre a las diez de la noche. Mi tía y Javi estaban al lado de mi cama, y en cuanto vi sus caras lo supe.
- ¿Qué cosa?- Preguntó Gale, sacándome de mi ensimismamiento.
- Supe que habían muerto por mi culpa.
- ¡¿Por tu culpa?!
- Sí, yo los hice ir hasta Mendoza, yo le tiré el mate encima a mi viejo…
- Pero Dana, por favor, ¿Sos culpable de querer pasar la navidad con tu familia y llamarlos para que te fueran a buscar?
- Sí, soy culpable.

Me miró con una furia que había visto pocas veces en su rostro. No habló más, pero supe que no lo había convencido.

1 comentario:

Egocripta dijo...

GAGA, sos re gato y le cambié letras en mi blog así que vofi(?)

 
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