Últimamente era como si el universo entero se complotara contra mí, no podía estar ni un solo día sin que algo me hiciera acordar a él. Si no era la radio, era la tv, y sino los pósters en la calle que anunciaban su nuevo recital.
Era simplemente insoportable, aunque trataba con todas mis fuerzas de olvidarlo, no podía, no porque no quisiera, sino porque no me dejaban.
Otra mañana más, otro café, otra tostada. Rutina, nada más que una vida rutinaria y gris, ni una nota de color que la alegrara. El trabajo siempre lo mismo, aunque en realidad no quería cambiarlo, no quería más dinero. No lo necesitaba, y además no era eso lo que me faltaba.
Después de llegar a casa hice lo de siempre, y me tiré en la cama a pensar, reflexionar sobre mi vida. Me sentía como un vaso que una vez estuvo lleno, pero que fue bebido todo su contenido, y solo dejaron un fondo, únicamente para recordar cómo se sentía estar lleno. No podía seguir viviendo de esa manera, daba lástima, tenía que volver a ser yo, o por lo menos intentarlo. Sí, iba a dejar de deprimirme por alguien que ni siquiera se acordaba de mi existencia.
Justo en el momento en que me decidía a ser una persona nuevamente, sonó el timbre. Me quedé pasmada, hacía tanto que no escuchaba ese sonido que me sorprendió. Mis amigos prácticamente pensaban que yo era una causa perdida, y no me llamaban ni me visitaban mucho ya. Mis padres no estaban hace mucho, y era improbable, por no decir imposible, que fuera alguno de ellos. No tenía hermanos, y la poca familia que tenía vivía muy lejos.
Las únicas opciones que me quedaban eran dos, una más imposible que la otra. La primera era que fuera el encargado del edificio, pero yo tenia todas las cuentas al día, la basura la ponía en donde debía ir, y nunca había tenido una relación más íntima con él que la regular entre un encargado y un ocupante de departamento.
Y la segunda opción era un vendedor ambulante, una persona adepta a alguna religión que quisiera darme algún folleto, etcétera. Pero era muy improbable, porque en caso de que la primera opción lo hubiera dejado pasar al edificio, la segunda opción no tenia forma de ingresar.
Por lo tanto intrigada por el hecho de que alguien quisiera verme, me dirigí hacia la puerta. Pero definitivamente nunca hubiera esperado que la persona que estaba detrás esperándome fuera él. Tal fue mi shock, que deje de respirar y lo mire durante un largo rato con cara de espanto. Supongo que mi cara tuvo un efecto parecido en la suya, porque le pasó exactamente lo mismo.
Después de varios minutos de silencio por la sorpresa, llegaron los minutos de silencio por incomodidad. Seguro que él se dio cuenta que era un caso perdido esperar a que yo comenzara la conversación, por lo tanto la empezó él.
- Hola ¿Cómo estás?- Preguntó dudando.
- No sé ¿Vos?
- Bien, supongo.
- Ah, bueno, me alegro.
Siempre odié los silencios incómodos ¿Por qué no me decía por lo que había venido y se iba? No esperaba que mi mente no se acordara de que lo había visto de nuevo. Sólo esperaba que si se iba rápido no doliera mucho más cuando se hubiera ido.
- ¿Y, a que debo el placer de tu visita?- Dije sarcásticamente.
- Veo que no perdiste tu sarcasmo- Dijo con una sonrisa que me cortó la respiración- pero no me voy a detener en ese tema. Vengo a pedirte una cosa.
- ¿Y de qué se trata?
- ¿Te acordás que vos nos hiciste un par de canciones hace mucho tiempo?
- Sí, me acuerdo.
- Bueno, no sé si sabes, pero estamos grabando el segundo disco, y necesito que me digas si querés que nos las quedemos y te demos crédito en el disco, o si te las querés quedar vos.
- Quedátelos, no hay problema.
- No, pero necesito que me firmes acá, así si me querés demandar podés.
- No me importa. Pero ¿Me podés decir para qué venís? Te las podrías haber quedado, yo no las quiero. Y si no te las pedí hasta ahora era mas que obvio que no te las iba a pedir.
- Vengo porque quiero hacer las cosas bien. Porque vos nos diste las canciones de buena fe, y no quiero traicionarte, las hiciste vos y me parece justo que tengas crédito en lo que hacés.
- Ya me traicionaste una vez y no te importó, no veo la diferencia ahora.
- Sabés que no quise lastimarte, te pedí perdón millones de veces.
- Noticia de última hora: Me lastimaste. Ahora si te podés ir, te lo agradecería.
- No me voy si no firmas.
- No te voy a firmar, así que te vas a ir igual.
- Hasta que no me firmes no me voy, y sabés que es así.
- Entonces te vas a tener que hacer un campamento porque no te voy a firmar.
- Bueno, acá afuera te espero para cuando te canses de mí y me vengas a firmar.
- Esperá tranquilo- Dije mientras me retaba a mí misma porque sabía que nunca me podría cansar de él.
Era simplemente insoportable, aunque trataba con todas mis fuerzas de olvidarlo, no podía, no porque no quisiera, sino porque no me dejaban.
Otra mañana más, otro café, otra tostada. Rutina, nada más que una vida rutinaria y gris, ni una nota de color que la alegrara. El trabajo siempre lo mismo, aunque en realidad no quería cambiarlo, no quería más dinero. No lo necesitaba, y además no era eso lo que me faltaba.
Después de llegar a casa hice lo de siempre, y me tiré en la cama a pensar, reflexionar sobre mi vida. Me sentía como un vaso que una vez estuvo lleno, pero que fue bebido todo su contenido, y solo dejaron un fondo, únicamente para recordar cómo se sentía estar lleno. No podía seguir viviendo de esa manera, daba lástima, tenía que volver a ser yo, o por lo menos intentarlo. Sí, iba a dejar de deprimirme por alguien que ni siquiera se acordaba de mi existencia.
Justo en el momento en que me decidía a ser una persona nuevamente, sonó el timbre. Me quedé pasmada, hacía tanto que no escuchaba ese sonido que me sorprendió. Mis amigos prácticamente pensaban que yo era una causa perdida, y no me llamaban ni me visitaban mucho ya. Mis padres no estaban hace mucho, y era improbable, por no decir imposible, que fuera alguno de ellos. No tenía hermanos, y la poca familia que tenía vivía muy lejos.
Las únicas opciones que me quedaban eran dos, una más imposible que la otra. La primera era que fuera el encargado del edificio, pero yo tenia todas las cuentas al día, la basura la ponía en donde debía ir, y nunca había tenido una relación más íntima con él que la regular entre un encargado y un ocupante de departamento.
Y la segunda opción era un vendedor ambulante, una persona adepta a alguna religión que quisiera darme algún folleto, etcétera. Pero era muy improbable, porque en caso de que la primera opción lo hubiera dejado pasar al edificio, la segunda opción no tenia forma de ingresar.
Por lo tanto intrigada por el hecho de que alguien quisiera verme, me dirigí hacia la puerta. Pero definitivamente nunca hubiera esperado que la persona que estaba detrás esperándome fuera él. Tal fue mi shock, que deje de respirar y lo mire durante un largo rato con cara de espanto. Supongo que mi cara tuvo un efecto parecido en la suya, porque le pasó exactamente lo mismo.
Después de varios minutos de silencio por la sorpresa, llegaron los minutos de silencio por incomodidad. Seguro que él se dio cuenta que era un caso perdido esperar a que yo comenzara la conversación, por lo tanto la empezó él.
- Hola ¿Cómo estás?- Preguntó dudando.
- No sé ¿Vos?
- Bien, supongo.
- Ah, bueno, me alegro.
Siempre odié los silencios incómodos ¿Por qué no me decía por lo que había venido y se iba? No esperaba que mi mente no se acordara de que lo había visto de nuevo. Sólo esperaba que si se iba rápido no doliera mucho más cuando se hubiera ido.
- ¿Y, a que debo el placer de tu visita?- Dije sarcásticamente.
- Veo que no perdiste tu sarcasmo- Dijo con una sonrisa que me cortó la respiración- pero no me voy a detener en ese tema. Vengo a pedirte una cosa.
- ¿Y de qué se trata?
- ¿Te acordás que vos nos hiciste un par de canciones hace mucho tiempo?
- Sí, me acuerdo.
- Bueno, no sé si sabes, pero estamos grabando el segundo disco, y necesito que me digas si querés que nos las quedemos y te demos crédito en el disco, o si te las querés quedar vos.
- Quedátelos, no hay problema.
- No, pero necesito que me firmes acá, así si me querés demandar podés.
- No me importa. Pero ¿Me podés decir para qué venís? Te las podrías haber quedado, yo no las quiero. Y si no te las pedí hasta ahora era mas que obvio que no te las iba a pedir.
- Vengo porque quiero hacer las cosas bien. Porque vos nos diste las canciones de buena fe, y no quiero traicionarte, las hiciste vos y me parece justo que tengas crédito en lo que hacés.
- Ya me traicionaste una vez y no te importó, no veo la diferencia ahora.
- Sabés que no quise lastimarte, te pedí perdón millones de veces.
- Noticia de última hora: Me lastimaste. Ahora si te podés ir, te lo agradecería.
- No me voy si no firmas.
- No te voy a firmar, así que te vas a ir igual.
- Hasta que no me firmes no me voy, y sabés que es así.
- Entonces te vas a tener que hacer un campamento porque no te voy a firmar.
- Bueno, acá afuera te espero para cuando te canses de mí y me vengas a firmar.
- Esperá tranquilo- Dije mientras me retaba a mí misma porque sabía que nunca me podría cansar de él.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario