Ya habían pasado dos horas en las cuales yo no me había podido quedar quieta. Él no parecía haberse movido de su lugar. Tan terco como siempre había sido, se había quedado afuera de mi puerta esperando a que firmara un estúpido papel para que su banda se pudiera quedar con mis canciones.
Lo que más me molestaba era que sabía que no se iba a mover de ahí, y encima me estaba preocupando por su comodidad. Con todo lo que me había hecho no podía dejar de preocuparme por él.
Al final me venció mi genio, y tuve que asegurarme de que estuviera bien.
Cuando abrí la puerta lo encontré sentado en el piso con la espalda contra la pared y con la cabeza entre las rodillas. Respiraba profundamente, así que supuse que estaba dormido.
Siempre me había gustado verlo dormir, pero esta vez me estaba rompiendo el corazón.
En ese momento como si él lo hubiera estado planeando, para darle el toque final a mi corazón y que así se rompiera en pedazos, levantó la cabeza, abrió los ojos y me miró con una sonrisa impresa en su boca. Ahí supe a lo que la gente se refería cuando decía la palabra “Masoquista”. Estaba ahí parada, viendo al amor de mi vida, que me había dejado por una tonta-estúpida-rubia-oxigenada, y me había resquebrajado el corazón. Y como si eso no hubiera sido suficiente para destrozarme, había vuelto y me lo había hecho pedazos. Pero lo peor no era lo que él hubiera hecho, lo peor era que yo me había dejado moldear. Él había hecho y desecho a su placer con mi vida y yo no había puesto ninguna objeción.
- ¿Te arrepentiste y me vas a firmar?- Me preguntó con la sonrisa todavía en la boca.
- No, quería ver si estabas bien- Dije con un nudo en la garganta, que hizo que mi voz sonara mas ronca que lo habitual.- Pero veo que estas perfecto, así que... – Dije mientras caminaba lentamente hacía mi puerta.
- En realidad tengo un poco de hambre.
- ¿Querés entrar y te preparo algo?
Completa y estúpidamente humillada, y aún así lo seguía haciendo con placer.
- Bueno dale.
- Pero mirá que esto no significa una tregua, no te voy a firmar ni nada por el estilo.
- Está bien, no importa, ya lo voy a lograr.
- No estés tan seguro.
- Siempre fuiste una flojita Dana, admitilo.
- Si claro, lo que vos digas- Dije rápidamente tratando de no decir que en realidad no era floja, él era mi debilidad, lo cual era la pura verdad.
Entramos a mi casa y él se fue a sentar a la mesa, en la silla que siempre había usado. Y yo como un rompecabezas que cada vez perdía más piezas, me puse a rebuscar en las alacenas y en la heladera.
- Bueno, tengo milanesas y puré de papas ¿Querés?- Le dije con una sonrisa. Era su comida preferida.
- Está a la vista que hay cosas que no se olvidan ¿No?
- Bueno, ¿querés o no?- Le pregunté tratando de que no se diera cuenta de que cambiaba de tema. Yo no había podido olvidar nada, aunque había tratado.
- Obviamente.
Mientras hacía la comida él fue a poner música. Escuché que se reía, supongo que de la música que tenía en la pc. Hacía un tiempo, me habían empezado a gustar intencionalmente, grupos de música que antes no me gustaban por razones obvias, y a él sólo le causaban gracia.
Mientras escuchaba sus pasos al acercarse, sonaban los primeros acordes de la canción que había puesto. Definitivamente él era mi demonio de la guarda. No podría haber elegido una canción menos inapropiada para mi salud emocional, era la canción que sonaba la primera vez que lo vi. Él probablemente no se acordaba de ese pequeño detalle, sino no la hubiera puesto. A pesar de todo lo que me había hecho, yo sabía que él no me quería ver sufrir, después de todo, algo me quería.
Mientras se sentaba en la mesa, yo servía la cena. Cuando me di vuelta lo sorprendí mirándome. No sabría describir a la perfección su cara, pero podría decir que era como una mezcla de melancolía y tristeza. Me quedé pasmada, no sé porque, supuse que no le afectaría verme. Seguro era la culpa de verme así, a fin de cuentas, estaba hecha un desastre.
- Mira que si no lo comés me lo como yo, y te vas afuera sin cenar- Dije tratando de sacarlo de su ensimismamiento.
- Eso nunca- Dijo con una sonrisa de disculpa, pero noté que también había humillación en su cara. Seguro que la culpa era mas profunda de lo que yo creía.
Mientras comíamos, él no emitió palabra. Yo dije algunos comentarios estúpidos para romper el hielo, y que no fuera tan incomodo ese silencio, pero él solo se limitaba a asentir.
En cuanto terminamos de comer, nos quedamos nuevamente en silencio, pero noté que el me miraba con cara de asombro.
- ¿Qué pasa?- Pregunté, ya me estaba empezando a inquietar su cara de sorpresa.
- Creo que realmente me había olvidado de lo bien que cocinas- Dijo algo apenado, como si estuviera confesando un crimen.
- Esta a la vista que hay cosas que se olvidan ¿No?
- Supongo. Bueno, creo que me voy a ir yendo porque se está haciendo tarde y mañana a la mañana antes de irme a trabajar tengo que pasar por acá a ver si te rendís de una vez por todas. Tengo que admitir que no pensé que ibas a durar tanto, jaja.
- Se ve que me volví mas dura ¿No?, son cosas de la vida, no te creas que sos menos insoportable que antes- Le refuté sarcásticamente.
- Si, supongo- Dijo melancólicamente, seguro que él se echaba la culpa de lo que me había hecho cambiar.
- Bueno, entonces…
- Bueno me voy- Dijo mientras agarraba su campera y se dirigía hacia la puerta- Gracias por todo, y mañana te voy a estar esperando en cuanto abras la puerta para irte.
- Si, claro. Andá haciéndote a la idea de que no voy a firmar esa estupidez.
- Ya veremos- Me dijo mientras me daba un beso en la mejilla.
Lo que más me molestaba era que sabía que no se iba a mover de ahí, y encima me estaba preocupando por su comodidad. Con todo lo que me había hecho no podía dejar de preocuparme por él.
Al final me venció mi genio, y tuve que asegurarme de que estuviera bien.
Cuando abrí la puerta lo encontré sentado en el piso con la espalda contra la pared y con la cabeza entre las rodillas. Respiraba profundamente, así que supuse que estaba dormido.
Siempre me había gustado verlo dormir, pero esta vez me estaba rompiendo el corazón.
En ese momento como si él lo hubiera estado planeando, para darle el toque final a mi corazón y que así se rompiera en pedazos, levantó la cabeza, abrió los ojos y me miró con una sonrisa impresa en su boca. Ahí supe a lo que la gente se refería cuando decía la palabra “Masoquista”. Estaba ahí parada, viendo al amor de mi vida, que me había dejado por una tonta-estúpida-rubia-oxigenada, y me había resquebrajado el corazón. Y como si eso no hubiera sido suficiente para destrozarme, había vuelto y me lo había hecho pedazos. Pero lo peor no era lo que él hubiera hecho, lo peor era que yo me había dejado moldear. Él había hecho y desecho a su placer con mi vida y yo no había puesto ninguna objeción.
- ¿Te arrepentiste y me vas a firmar?- Me preguntó con la sonrisa todavía en la boca.
- No, quería ver si estabas bien- Dije con un nudo en la garganta, que hizo que mi voz sonara mas ronca que lo habitual.- Pero veo que estas perfecto, así que... – Dije mientras caminaba lentamente hacía mi puerta.
- En realidad tengo un poco de hambre.
- ¿Querés entrar y te preparo algo?
Completa y estúpidamente humillada, y aún así lo seguía haciendo con placer.
- Bueno dale.
- Pero mirá que esto no significa una tregua, no te voy a firmar ni nada por el estilo.
- Está bien, no importa, ya lo voy a lograr.
- No estés tan seguro.
- Siempre fuiste una flojita Dana, admitilo.
- Si claro, lo que vos digas- Dije rápidamente tratando de no decir que en realidad no era floja, él era mi debilidad, lo cual era la pura verdad.
Entramos a mi casa y él se fue a sentar a la mesa, en la silla que siempre había usado. Y yo como un rompecabezas que cada vez perdía más piezas, me puse a rebuscar en las alacenas y en la heladera.
- Bueno, tengo milanesas y puré de papas ¿Querés?- Le dije con una sonrisa. Era su comida preferida.
- Está a la vista que hay cosas que no se olvidan ¿No?
- Bueno, ¿querés o no?- Le pregunté tratando de que no se diera cuenta de que cambiaba de tema. Yo no había podido olvidar nada, aunque había tratado.
- Obviamente.
Mientras hacía la comida él fue a poner música. Escuché que se reía, supongo que de la música que tenía en la pc. Hacía un tiempo, me habían empezado a gustar intencionalmente, grupos de música que antes no me gustaban por razones obvias, y a él sólo le causaban gracia.
Mientras escuchaba sus pasos al acercarse, sonaban los primeros acordes de la canción que había puesto. Definitivamente él era mi demonio de la guarda. No podría haber elegido una canción menos inapropiada para mi salud emocional, era la canción que sonaba la primera vez que lo vi. Él probablemente no se acordaba de ese pequeño detalle, sino no la hubiera puesto. A pesar de todo lo que me había hecho, yo sabía que él no me quería ver sufrir, después de todo, algo me quería.
Mientras se sentaba en la mesa, yo servía la cena. Cuando me di vuelta lo sorprendí mirándome. No sabría describir a la perfección su cara, pero podría decir que era como una mezcla de melancolía y tristeza. Me quedé pasmada, no sé porque, supuse que no le afectaría verme. Seguro era la culpa de verme así, a fin de cuentas, estaba hecha un desastre.
- Mira que si no lo comés me lo como yo, y te vas afuera sin cenar- Dije tratando de sacarlo de su ensimismamiento.
- Eso nunca- Dijo con una sonrisa de disculpa, pero noté que también había humillación en su cara. Seguro que la culpa era mas profunda de lo que yo creía.
Mientras comíamos, él no emitió palabra. Yo dije algunos comentarios estúpidos para romper el hielo, y que no fuera tan incomodo ese silencio, pero él solo se limitaba a asentir.
En cuanto terminamos de comer, nos quedamos nuevamente en silencio, pero noté que el me miraba con cara de asombro.
- ¿Qué pasa?- Pregunté, ya me estaba empezando a inquietar su cara de sorpresa.
- Creo que realmente me había olvidado de lo bien que cocinas- Dijo algo apenado, como si estuviera confesando un crimen.
- Esta a la vista que hay cosas que se olvidan ¿No?
- Supongo. Bueno, creo que me voy a ir yendo porque se está haciendo tarde y mañana a la mañana antes de irme a trabajar tengo que pasar por acá a ver si te rendís de una vez por todas. Tengo que admitir que no pensé que ibas a durar tanto, jaja.
- Se ve que me volví mas dura ¿No?, son cosas de la vida, no te creas que sos menos insoportable que antes- Le refuté sarcásticamente.
- Si, supongo- Dijo melancólicamente, seguro que él se echaba la culpa de lo que me había hecho cambiar.
- Bueno, entonces…
- Bueno me voy- Dijo mientras agarraba su campera y se dirigía hacia la puerta- Gracias por todo, y mañana te voy a estar esperando en cuanto abras la puerta para irte.
- Si, claro. Andá haciéndote a la idea de que no voy a firmar esa estupidez.
- Ya veremos- Me dijo mientras me daba un beso en la mejilla.
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