Nos destruiran a todos!

domingo, 11 de enero de 2009

2.- El que cayó dos veces

La noche que me topé por primera vez con Manakel estaba yendo para el hospital porque empezaba mi guardia.

Iba caminando por la calle pensando en cosas irrelevantes cuando me percaté de que había un hombre en la calle. En realidad no era raro que hubiera un hombre en la calle, vagabundos siempre hubo. Pero lo que me había llamado la atención de este sujeto era su forma de vestir, parecía estar envuelto nada más que en una sábana blanca. Estaba sentado en la vereda en un charco de agua apoyando la espalda contra la pared y tenía la cabeza gacha. Sus largos cabellos negros caían y le tapaban por completo la cara.
Cualquier persona normal hubiera seguido su camino y se habría olvidado del misterioso hombre semidesnudo, pero yo no. Yo no era normal. Podría afirmar que con sólo ver a una persona me puedo dar cuenta de su naturaleza, es decir, es como sintiera, no sé, ¿su aura?
Sí, ya se que suena a locura. Suena a esos falsos tarotistas, adivinadores, y prestidigitadores que salen en los medios de comunicación afirmando cosas del estilo. Pero no, yo realmente podía sentir que había algo en él, algo distinto a los demás, él era como yo.
Me acerqué pero pareció no darse cuenta porque ni siquiera levantó la vista. Cuando estuve lo suficientemente cerca como para observarlo me dí cuenta de que era muy pálido y parecía tener la piel tersa y suave. La tela sólo cubría una parte de su cuerpo, por lo que su torso estaba al descubierto.
Me arrodillé para quedar a su altura pero cuando lo hice toqué el charco con las rodillas. Miré hacia abajo. Mi pantalón verde esmeralda estaba ahora teñido del más oscuro rojo escarlata. Lo que antes había creído agua era en realidad sangre.
Me desesperé, era mucha, si hubieran sido más de cuatro litros los que había perdido este caballero, podría haber sido mortal. La pérdida de sangre explicaba la palidez.
Le revisé el pulso, era débil. Busqué el teléfono celular en mi chaqueta y llamé una ambulancia. Mientras la esperaba impaciente, empecé a buscar la herida que había desprendido tanta sangre. Descubrí en su espalda (también cubierta de sangre) dos grandes incisiones. Introduje mi dedo índice en las dos heridas para descubrir la profundidad. Muy profundas, las dos llegaban al hueso omóplato.
Traté de hacerlo reaccionar, probablemente se habría desmayado. Le levanté la cabeza y me miró débilmente. Uno de sus ojos era de un celeste blanquecino, tan blanco que parecía no tener iris, y el otro ojo era negro, casi tan negro como su pelo y tenía algunos rayos rojizos que brillaban aún cuando la calle estaba oscura. Este hombre tenía una de las miradas mas interesantes que había visto en mucho tiempo.

- Sabía que no me dejarías- Me dijo cuando me vió.
- Bueno, no me lo hubiera perdonado nunca, ¿Cómo te llamas?- Le pregunté al extraño tratando de distraerlo para que no se durmiera.
- Manakel.
- Bueno Manakel, ya llamé a una ambulancia, está en camino, trata de mantenerte despierto, igual yo estaré al lado tuyo todo el tiempo- Afirmé- Escúchame Manakel, ¡Manakel!-Estaba cerrando las pupilas, pero sonreía, increíblemente sonreía. Abrió los ojos- Escúchame, necesito saber si está por aquí el que te hizo esto.
- No, está muy lejos.
- Bueno entonces no hay de que preocuparse- Le dije poniéndole mi chaqueta sobre los hombros ya que hacía mucho frío. Mientras lo cubría, sin querer toqué una de sus heridas- Perdón, fue sin querer, ¿Dolió?
- Si, pero no importa, es muy raro sentir dolor, estoy disfrutándolo.

Este hombre era masoquista o realmente había perdido tanta sangre que ya estaba delirando.
Durante los siguientes minutos estuve moviéndolo y hablándole hasta que llegó la ambulancia.

- Bueno Manakel, ya escucho la sirena, en pocos minutos estarás rumbo al hospital.
- Tú vienes conmigo- Me dijo mirándome intensamente.
- Sss-i… por supuesto, iré contigo.
- ¿Es usted el que llamó la ambulancia?- Escuché que alguien me preguntaba.

Levanté la cabeza. Era un paramédico que parecía muy sorprendido de la escena que estaba viendo. Bueno, en realidad, cualquiera se hubiera sorprendido. Para empezar Manakel estaba cubierto con una sábana blanca y mi chaqueta, y además tenía sangre por todo el cuerpo. Yo me había sentado al lado de él en el charco de sangre, y había pasado un brazo por encima de sus hombros para hacerlo entrar en calor porque estaba tiritando. Y como consecuencia de todo esto, mi pantalón y mi remera habían dejado de ser verde esmeralda, ya que en su mayoría eran carmesí.

- Sí fui yo. Éste hombre ha perdido mucha sangre, necesita ser atendido urgente- Le dije mientras me levantaba. Detrás del paramédico había un compañero suyo y los dos llevaban una camilla. Los ayude a subirlo a Manakel a ella- Tiene dos incisiones muy profundas en la espalda, a la altura de los omóplatos, pero aún así tiene pulso a pesar de que este charco está exclusivamente compuesto de su sangre- Al decir esto los paramédicos se horrorizaron.
- ¿Es usted médico o enfermero?- Preguntó uno de ellos mientras nos encaminábamos hacia la ambulancia.
- Sí, trabajo en el hospital Vázquez.
- Ah bueno, pensábamos llevarlo hacia allí porque es el más cercano.
- Sí, yo estaba yendo a hacer mi guardia nocturna cuando lo encontré tirado en la calle- Les dije señalándolo.
- Éste hombre viene conmigo- Dijo Manakel señalándome mientras subíamos al vehículo.
- Suba por favor Doctor…
- Fabrizio Verona.

Llegamos, y Manakel entró directamente al quirófano. Yo fui a justificar mi llegada tarde a mi superior y a contarle lo sucedido. El jefe de guardia, el Doctor Ramírez era un buen hombre y me dio la noche libre por no haberlo dejado a Manakel desamparado en la calle; según él no cualquiera se hubiera hecho cargo de una persona en ese estado y en una situación tan misteriosa.
Cuando terminé de hablar con el doctor Ramírez fui a sentarme frente al quirófano a esperar noticias de mi “amigo” que estaba dentro.
Unas horas después salió un enfermero empujando la cama con el suero y Manakel sobre ella. Luego salió el Doctor García, un cirujano muy habilidoso del hospital que estaba por retirarse.

- Buenas noches Doctor García.
- Ah, hola Verona- Me dijo bajándose el barbijo- Necesito hacerle una pregunta ¿Usted no vió por aquí a un joven mas o menos de su edad?
- No, yo no vi a nadie más que a mí por aquí. ¿Por qué pregunta?
- Es que acabo de operar a muchacho, también rondando los veintitantos, que tenía unas heridas muy raras, y los paramédicos que lo trajeron me dijeron que con él estaba un chico- Comentó no muy convencido de creer lo que él mismo decía.
- Ah sí, ése soy yo- Contesté señalándome el pecho.
- ¿Usted?- Preguntó completamente extrañado.
- Sí, lo que pasa es que lo encontré en la calle, y bueno, en realidad es una larga historia, algún día se la contaré Doctor. Pero ¿Me podría decir el estado del paciente?
- En realidad no se si deba- Respondió el Doctor- Pero bueno, esta a la vista que lo ayudaste de buena fé- Comentó señalando mis ropas completamente arruinadas por la sangre de Manakel- Y además no se acercó ningún familiar, así que…
- ¿Sí?
- Bueno, el paciente ahora está estable a pesar de que perdió mucha sangre. La verdad es que no muchos hubieran resistido de esa manera con una pérdida semejante.
- Sí, eso me sorprendió a mí también. Cuando lo encontré estaba rodeado de un charco compuesto de su propia sangre.
- Es raro, es raro…- Se quedó pensando un momento y prosiguió- Las heridas son muy profundas y curiosamente tuvimos mucho trabajo al intentar cerrarlas por dos motivos. El primero es que sangraba demasiado y la hemorragia nos impedía trabajar, por lo que tuvimos serios problemas al suturar, y el segundo problema no sabemos todavía si era que los puntos se aflojaban o que, pero cosimos cinco veces cada uno de los cortes hasta que pudimos cerrarlos con una triple costura- Se detuvo un momento, miró la carpeta con el diagnóstico de la operación que tenía en la mano y siguió- ¡Ah! otra cosa que también nos llamó la atención, era el hecho de que tenía una hemorragia severa a esa altura de la espalda; por más profundas que sean un par de incisiones en esa zona, no pueden dejar en ese estado a una persona. Esto quiere decir, o que estuvo mucho tiempo desangrándose y ni siquiera se molestó en pedir ayuda, o que tiene hemofilia o alguna enfermedad hemorrágica. Igual nosotros nos inclinamos por la segunda opción.
- ¿Ah, si?- Pregunté un poco inseguro, ya que Manakel me había dicho textualmente que disfrutaba del dolor.
- Vamos Verona, me extraña de usted, siempre tan observador y lógico. Si estuvo sangrando de tal manera durante la operación y llegó al hospital con un cuadro severo de desangramiento, la opción mas segura es la segunda.
- Sí, perdón Doctor, tiene razón- Titubeé- no se en que estaba pensando- Tuve que arreglar mi error, no quería decir (sin estar seguro de ello) que probablemente el hombre que acababan de operar había intentado suicidarse. Primero tendría que confirmar mi teoría, tenía que hablar con Manakel- ¿Sabe mas o menos en cuanto podré hablar con él?
- El anestesista dijo que iba a tardar un rato en reaccionar, pero supongo que no habrá problema en que pase. Su habitación es la treinta.
- Bueno entonces… Muchísimas gracias doctor- Saludé mientras me dirigía a la habitación a la que habían llevado al misterioso caballero.
- Ehm… Verona, antes de que se vaya…- Me frenó- ¿El paciente por casualidad no le dijo su nombre o algún dato?
- Si, perdón que no le haya comunicado. Lo único que pude sonsacarle fue que se llama Manakel, no dijo más que eso.
- ¿Manakel? ¿Sin apellido? ¿Sólo Manakel?
- Exacto.
- Que nombre extraño… ¿Y tampoco encontró ningún efecto personal junto o cerca de él?
- No, cuando lo hallé estaba cubierto por una sábana blanca y nada más.
- Ah sí, otra rareza de este hombre... Bueno, entonces me voy que tengo un breve descanso antes de la próxima cirugía.
- Descanse doctor, y nuevamente gracias.

Habitación treinta. Según recordaba era una habitación compartida, eso quería decir que no podía hablar libremente con el paciente porque en éste hospital las paredes tenían oídos. Bueno, en realidad las que tenían oídos eran las enfermeras, un secreto no les duraba ni tres segundos sin ser contado.
Entré en la habitación, pero en ella solo se encontraba Manakel, por suerte no tenía compañero de cuarto. Le iba a poder preguntar lo que quisiera.
Me senté en una silla al lado de su cama.
Parecía completamente apacible, relajado, hasta podría decir que se le escapaba una leve sonrisa en la comisura de los labios. Parecía un ángel.
Estuve un rato cantando para mis adentros, tratando de pasar el tiempo. Pero la realidad es que la curiosidad me estaba matando, no podía aguantar más, necesitaba respuestas.
Me puse a inspeccionar la habitación, era un hábito que tenía cuando me aburría. Centré la vista en mi misterioso amigo, ahora que tenía el pelo recogido, podía ver bien su cuello. Tenía dos tatuajes, uno de cada lado, y uno más raro que el otro.
Los dos estaban compuestos por círculos, letras de algún alfabeto que desconocía y por símbolos que no había visto nunca antes.
En realidad, más que tatuajes parecían quemaduras, porque tenían relieve. Estaban ennegrecidas como un tatuaje, pero eran como cicatrices.
Me acerqué más para verlas en detalle, nunca había visto que un tatuador usara ésa técnica en nadie. Éste hombre quizás era más extraño de lo que pensábamos.

- Son raras ¿verdad?
- ¡Ah!- Me sobresalté ante la voz profunda de Manakel- Perdón no quise despertarte.
- No te hagas problema, desde que nací que no duermo.
- A mi me pasa algo parecido, me diagnosticaron insomnio crónico, que se supone dura un par de semanas, pero ya no me acuerdo cuándo fue la última vez que dormí verdaderamente- Contesté riendo. Manakel se quedó mirándome.
- ¿En serio no te acordás de mí?
- ¿Tendría que hacerlo? ¿Nos conocemos?- Desde un principio me había parecido que tenía una conexión de algún tipo con este hombre.
- Digamos que de otra vida- Me respondió después de pensar durante un momento la respuesta.
- Ah, ¿Crees en la reencarnación?
- Jah, se podría decir que sí- Reconoció riéndose de un chiste propio probablemente.
- Manakel ¿Verdad? ¿Ése es tu nombre o estabas delirando?
- Sí, Manakel, ¿y el tuyo?
- Me llamo Fabrizio Verona.
- Mientes- Me dijo convencido.
- No, no miento, si querés te muestro el documento de identidad.
- Mientes, tu primer nombre es Jazael.
- ¡¿Qué?!¿Ccc-omo sabes eso?-Pregunté alejándome de la cama. Yo nunca decía mi primer nombre, era un motivo más por el cual me sentía un fenómeno. Hasta mis padres se había acostumbrado a llamarme Fabrizio.
- Digamos que soy una persona muy perceptiva.
- Una persona perceptiva se da cuenta de que te cortaste el pelo, o de que tomaste sol, ¡Pero no te llama por tu primer nombre que ni tus mejores amigos conocen!- Estaba desquiciado, las cosas que hacía o decía este hombre eran cada vez mas misteriosas.
- Mientes nuevamente, no tienes mejores amigos.
- ¡Sí que los tengo!
- No los tienes- Me contradijo, completamente seguro de lo que decía- porque siempre te sentiste inferior, hasta se podría decir que anormal, no te sentías cómo ellos. Tu sabías que eras diferente por eso te fuiste alejando de todos, incluso de tus padres. Le temes al rechazo porque te crees un fenómeno y crees que si te muestras a la gente como realmente eres saldrá corriendo. Lo que no termino de entender es porque me contaste lo del insomnio a mí, en general no lo cuentas.
- ¡¿Sos un espía verdad?! ¡¿Qué, mi papá se metió en algo raro y ahora me investigan a mí?!- Le pregunté totalmente espantado y fuera de mí- O no, quizás puedes leer la mente, o puedes sentir la energía de los demás…- Me quedé pensativo, ¿Y si podía hacer algo parecido a lo que yo hacía, pero era un poco más poderoso?
- Algo así, hago algo parecido a lo que vos hacés- Respondió tranquilamente. Nunca le había contado a nadie lo del aura. Nunca le había querido dar más motivos a la gente para que me mirara diferente. Estaba aterrorizado.
- ¿Qqq-ué-qqq-uién sos?- Pregunté tartamudeando y sin voz por el terror que tenía.
- Mi nombre es Manakel y ahora soy un hombre.
- ¿Qué querés decir con “ahora”?
- No siempre lo fui- Yo sabía que este hombre misterioso escondía algo, seguramente era un monstruo, algo incluso peor que yo.
- ¿Y qué eras antes de ser un hombre?- Para ese momento yo ya estaba al lado de la puerta preparado para salir corriendo.
- Me temo que si te lo dijera no me creerías, así que prefiero que pienses que soy anormal.
- No, yo quiero saber la verdad, además que sos anormal salta a la vista- Necesitaba saber “qué” era Manakel. Es que habían muchas coincidencias entre nosotros, y yo inexplicablemente me sentía muy unido a él. Miré al hombre que estaba postrado en la cama. Me miraba pero a su vez no lo hacía, pensaba en algo, o quizás estaba tratando de sentir mi energía, de saber qué pensaba.- Decidí que te lo voy a contar, pero no quiero que grites ni nada parecido, no hagas ningún escándalo- Me comunicó momentos después- Antes de ser lo que soy ahora, era un demonio- Salté hacia la puerta y tropecé con mis propios pies, por lo que quedé aterrado y tirado en el piso, no podía ser verdad lo que me decía el hombre de pelo negro que estaba delante mío- Y antes de eso fui uno de los setentidos ángeles guardianes. Y éste es el precio que pagué por desobedecer- Me contó señalándose las dos suturas que tenía en la espalda.

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