Entramos al establecimiento y empezamos a buscar una mesa. Encontramos una para dos al lado de la ventana.
- ¿Qué pasa que estas tan pensativa?- Me preguntó intrigado.
- Nada, yo que se, estaba recordando.
- ¿Recordando qué?
- ¿Vos por casualidad te acordás de que en este mismo bar nos conocimos hace cuatro años?- Indagué un poco triste y melancólica.
- En ésa mismísima mesa de pool, a las 23:30 hs. del Jueves 21 de agosto- Me respondió señalando la mesa y casi tan melancólico como yo.
Me había quedado helada y sin palabras. Por lo visto no era la única que se acordaba de ese tipo de cosas. Él en el fondo también recordaba los viejos tiempos, y mejor aún, lo ponían nostálgico.
Justo en ese momento llegó el mozo, que por supuesto era amigo de Gadiel. Todos lo conocían, aún cuando su banda todavía no era famosa, él tenía amigos en todos lados.
- ¿Qué vas a pedir?- Me preguntó todavía con esa luz en la mirada.
- Supongo que pastas, unos ñoquis con salsa filetto, ¿Vos?
- Ya sabés lo que voy a pedir no se para que preguntas- Me contestó sonriendo- Los ñoquis y una suprema con puré por favor Osqui.
- ¿Y para tomar?- Preguntó el mozo.
- Una cerveza bien fría- Respondió Gadiel.
- Bueno, ya sale.
- Gracias Osqui- Le dijo, y volteó hacia mí- Supongo, aunque ya se la respuesta, que no me equivoqué en la bebida, ¿no?
- Te cito: “Supongo que hay cosas que no se olvidan”- Contesté.
La cena terminó normalmente. De postre comimos helado en una heladería que nos gustaba a los dos. Como todo caballero, Gadiel no me dejó pagar nada.
- Yo se que siempre te pregunto lo mismo, pero ¿Todavía no te das cuenta de que la crema del cielo es crema americana con color?- Me preguntó muy entretenido, mientras caminábamos hacia un banco en el patio de la heladería.
- Ya se que es crema americana, pero es una costumbre- Le respondí la misma pregunta que me hacía cada vez que pisábamos una heladería y él se pedía frutilla a la crema y chocolate amargo, y yo como siempre, crema del cielo y crema rusa.
- Vos y tus costumbres- Me dijo simulando fastidio.
- Vos también sos un hombre de costumbres, siempre pedís los mismos gustos, y sólo los cambias cuando no hay del que pedís- Le rebatí.
- Pero por lo menos pido gustos coherentes. Lo tuyo es como pedir helados de agua en una heladería que se especializa en helados a la crema- Me contraatacó- Para eso te compras un helado de palito en el quiosco de la esquina- agregó.
- Ay Gadiel,- Dije casi suspirando- siempre el mismo abogaducho peleador que nunca acepta perder.
- Vos me conociste así y así me quisiste, no te podés quejar- Recriminó. Era verdad, en parte, porque no sólo lo había querido.
Estuvimos en silencio comiendo nuestros respectivos helados durante unos minutos, él miraba al vacío y yo disimuladamente lo miraba a él.
- Che, ¿Qué pasó con Tiago que estabas tan enojado hoy?- Pregunté rogando que no volviera el antiguo enojo.
- Nada, yo que se, me exaspera- Me respondió sinceramente.
- Pero ¿Por qué?
- Porque sí, porque tiene un capricho que yo no quiero que cumpla, y entonces se enoja conmigo porque le pido que me haga un favor.
- No entendí nada.
- No hace falta que entiendas mucho- Me dijo desviando la mirada- ¿Así que mañana vas a salir con él?
- No va a ser de lo que se dice salir, vamos a ir a comer algo supongo, y hablar de los viejos tiempos.
- Sí claro- Comentó con fastidio.
No quería agregar nada más, Gadiel realmente estaba enojado con Tiago. Supongo que si lo hubiera tenido en frente le hubiera pegado un puñetazo en la cara.
Terminamos de comer el helado y nos encaminamos hacia el auto.
- Bueno, supongo que hasta pasado mañana- Me dijo una vez que habíamos llegado a la puerta de mi casa.
- ¿Vas a venir el miércoles?- Pregunté esperanzada.
- Si, por ahí me paso un rato.
- Bueno… entonces, hasta pasado mañana- terminé y le di un beso en la mejilla. Hubiera dado lo que fuera por abrazarlo en ese momento.
Estaba dando vuelta la cara para abrir la puerta del auto cuando me frenó.
- Esperá- Susurró.
- ¿Qué?- Susurré también.
Estábamos enfrentados, nuestras caras estaban a muy poca distancia una de la otra. Él me miraba, una vez más tratando de decirme todo con tan sólo una mirada.
- No, nada… nada- Me respondió cerrando los ojos, como si se contuviera de decir algo que le dolía- Nada. Cuidate.
- Bueno, vos también.
Entonces bajé del auto un poco aturdida porque todavía podía sentir el aliento de Gadiel en mi cara.
Estaba metiendo la llave en la cerradura de la puerta cuando escuché que Gadiel bajaba la ventanilla.
- ¿Dana?
- ¿Si?- Pregunté mientras me daba la vuelta.
- ¿Me haces un favor?
- Lo que quieras- No me podía sacar esa maldita costumbre de darle todo lo que él quería.
- Mañana, si pasa algo, aunque pienses que no voy a querer saberlo ¿Podés contármelo?- Indagó con una cara que daba lástima.
- ¿Si pasa algo como qué?- Pregunté a mi vez un poco alarmada.
- Mañana cuando pase probablemente me entiendas.
- ¿Qué pasa que estas tan pensativa?- Me preguntó intrigado.
- Nada, yo que se, estaba recordando.
- ¿Recordando qué?
- ¿Vos por casualidad te acordás de que en este mismo bar nos conocimos hace cuatro años?- Indagué un poco triste y melancólica.
- En ésa mismísima mesa de pool, a las 23:30 hs. del Jueves 21 de agosto- Me respondió señalando la mesa y casi tan melancólico como yo.
Me había quedado helada y sin palabras. Por lo visto no era la única que se acordaba de ese tipo de cosas. Él en el fondo también recordaba los viejos tiempos, y mejor aún, lo ponían nostálgico.
Justo en ese momento llegó el mozo, que por supuesto era amigo de Gadiel. Todos lo conocían, aún cuando su banda todavía no era famosa, él tenía amigos en todos lados.
- ¿Qué vas a pedir?- Me preguntó todavía con esa luz en la mirada.
- Supongo que pastas, unos ñoquis con salsa filetto, ¿Vos?
- Ya sabés lo que voy a pedir no se para que preguntas- Me contestó sonriendo- Los ñoquis y una suprema con puré por favor Osqui.
- ¿Y para tomar?- Preguntó el mozo.
- Una cerveza bien fría- Respondió Gadiel.
- Bueno, ya sale.
- Gracias Osqui- Le dijo, y volteó hacia mí- Supongo, aunque ya se la respuesta, que no me equivoqué en la bebida, ¿no?
- Te cito: “Supongo que hay cosas que no se olvidan”- Contesté.
La cena terminó normalmente. De postre comimos helado en una heladería que nos gustaba a los dos. Como todo caballero, Gadiel no me dejó pagar nada.
- Yo se que siempre te pregunto lo mismo, pero ¿Todavía no te das cuenta de que la crema del cielo es crema americana con color?- Me preguntó muy entretenido, mientras caminábamos hacia un banco en el patio de la heladería.
- Ya se que es crema americana, pero es una costumbre- Le respondí la misma pregunta que me hacía cada vez que pisábamos una heladería y él se pedía frutilla a la crema y chocolate amargo, y yo como siempre, crema del cielo y crema rusa.
- Vos y tus costumbres- Me dijo simulando fastidio.
- Vos también sos un hombre de costumbres, siempre pedís los mismos gustos, y sólo los cambias cuando no hay del que pedís- Le rebatí.
- Pero por lo menos pido gustos coherentes. Lo tuyo es como pedir helados de agua en una heladería que se especializa en helados a la crema- Me contraatacó- Para eso te compras un helado de palito en el quiosco de la esquina- agregó.
- Ay Gadiel,- Dije casi suspirando- siempre el mismo abogaducho peleador que nunca acepta perder.
- Vos me conociste así y así me quisiste, no te podés quejar- Recriminó. Era verdad, en parte, porque no sólo lo había querido.
Estuvimos en silencio comiendo nuestros respectivos helados durante unos minutos, él miraba al vacío y yo disimuladamente lo miraba a él.
- Che, ¿Qué pasó con Tiago que estabas tan enojado hoy?- Pregunté rogando que no volviera el antiguo enojo.
- Nada, yo que se, me exaspera- Me respondió sinceramente.
- Pero ¿Por qué?
- Porque sí, porque tiene un capricho que yo no quiero que cumpla, y entonces se enoja conmigo porque le pido que me haga un favor.
- No entendí nada.
- No hace falta que entiendas mucho- Me dijo desviando la mirada- ¿Así que mañana vas a salir con él?
- No va a ser de lo que se dice salir, vamos a ir a comer algo supongo, y hablar de los viejos tiempos.
- Sí claro- Comentó con fastidio.
No quería agregar nada más, Gadiel realmente estaba enojado con Tiago. Supongo que si lo hubiera tenido en frente le hubiera pegado un puñetazo en la cara.
Terminamos de comer el helado y nos encaminamos hacia el auto.
- Bueno, supongo que hasta pasado mañana- Me dijo una vez que habíamos llegado a la puerta de mi casa.
- ¿Vas a venir el miércoles?- Pregunté esperanzada.
- Si, por ahí me paso un rato.
- Bueno… entonces, hasta pasado mañana- terminé y le di un beso en la mejilla. Hubiera dado lo que fuera por abrazarlo en ese momento.
Estaba dando vuelta la cara para abrir la puerta del auto cuando me frenó.
- Esperá- Susurró.
- ¿Qué?- Susurré también.
Estábamos enfrentados, nuestras caras estaban a muy poca distancia una de la otra. Él me miraba, una vez más tratando de decirme todo con tan sólo una mirada.
- No, nada… nada- Me respondió cerrando los ojos, como si se contuviera de decir algo que le dolía- Nada. Cuidate.
- Bueno, vos también.
Entonces bajé del auto un poco aturdida porque todavía podía sentir el aliento de Gadiel en mi cara.
Estaba metiendo la llave en la cerradura de la puerta cuando escuché que Gadiel bajaba la ventanilla.
- ¿Dana?
- ¿Si?- Pregunté mientras me daba la vuelta.
- ¿Me haces un favor?
- Lo que quieras- No me podía sacar esa maldita costumbre de darle todo lo que él quería.
- Mañana, si pasa algo, aunque pienses que no voy a querer saberlo ¿Podés contármelo?- Indagó con una cara que daba lástima.
- ¿Si pasa algo como qué?- Pregunté a mi vez un poco alarmada.
- Mañana cuando pase probablemente me entiendas.
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