Soy una soñadora empedernida. Lo sé, es tan normal que cansa. Pero no, una persona que sueña las 24 horas no puede ser normal. Cada vez que encuentro un rato libre en que la gente no me molesta con sus indagaciones estúpidas (que dan paso a que piense que tienen algún retraso), sueño.
Es que la gente molesta porque no se da cuenta de que mi fantasía es más importante. Es que en realidad, quizás, mis ilusiones no son tan importantes, pero lo siento así, llega un momento en que se tornan peligrosas, porque empiezo a vivir de mis utopías. Y el problema viene cuando retorno a la realidad.
Es como cuando te hacen creer algo y después te dicen que fue todo mentira. Obviamente uno quiere creer que prefiere la verdad, porque así te lo instauran de fabrica: “Siempre tenés que ir con la verdad y nada más que la verdad”. Pero en el manual no decía que hacer en estos casos, que la verdad es tan decepcionante que te dan ganas de fabricarte un mundo paralelo en donde las cosas buenas no solo le pasan a los de al lado, también te pasan a vos. Uno quiere creer que prefiere la verdad, pero la mentira es mucho más tentadora.
Sinceramente no sé como hace la gente que no sueña, pero no literalmente, sino que hablo de la gente que no imagina, que no fantasea con que todo salga bien, y que todo sea perfecto, seguro. Creo que una persona sin sueños es una persona sin futuro, por el simple hecho de que generalmente cuando una persona logra algo es porque tuvieron que haber algunas cosas que la motivaron, y esas cosas no en vano se llaman “sueños”.
Mi imaginación me lleva por muchos lados, y cuando fantaseo, entre esas alucinaciones, imagino futuros perfectos, con tanta gente y tantas posibilidades que asusta. Pero resulta ser que cuando los golpea la realidad, se convierten en futuros imperfectos, llenos de dudas, inseguridades, de depresión y soledad, lo único que hay en mi futuro real, es soledad. Y es que en realidad me resisto a creerlo, pero es la única verdad. Me voy hundiendo en un pozo que es cada vez más profundo, y del que cada vez me cuesta más salir.
Es que la gente molesta porque no se da cuenta de que mi fantasía es más importante. Es que en realidad, quizás, mis ilusiones no son tan importantes, pero lo siento así, llega un momento en que se tornan peligrosas, porque empiezo a vivir de mis utopías. Y el problema viene cuando retorno a la realidad.
Es como cuando te hacen creer algo y después te dicen que fue todo mentira. Obviamente uno quiere creer que prefiere la verdad, porque así te lo instauran de fabrica: “Siempre tenés que ir con la verdad y nada más que la verdad”. Pero en el manual no decía que hacer en estos casos, que la verdad es tan decepcionante que te dan ganas de fabricarte un mundo paralelo en donde las cosas buenas no solo le pasan a los de al lado, también te pasan a vos. Uno quiere creer que prefiere la verdad, pero la mentira es mucho más tentadora.
Sinceramente no sé como hace la gente que no sueña, pero no literalmente, sino que hablo de la gente que no imagina, que no fantasea con que todo salga bien, y que todo sea perfecto, seguro. Creo que una persona sin sueños es una persona sin futuro, por el simple hecho de que generalmente cuando una persona logra algo es porque tuvieron que haber algunas cosas que la motivaron, y esas cosas no en vano se llaman “sueños”.
Mi imaginación me lleva por muchos lados, y cuando fantaseo, entre esas alucinaciones, imagino futuros perfectos, con tanta gente y tantas posibilidades que asusta. Pero resulta ser que cuando los golpea la realidad, se convierten en futuros imperfectos, llenos de dudas, inseguridades, de depresión y soledad, lo único que hay en mi futuro real, es soledad. Y es que en realidad me resisto a creerlo, pero es la única verdad. Me voy hundiendo en un pozo que es cada vez más profundo, y del que cada vez me cuesta más salir.
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